Constantino Abella Roigt, presidente de Control Vehicular Argentino, fundó la empresa que siempre había soñado en 1995. Enamorado de la tecnología desde pequeño, se divertía arreglando juguetes y viendo cómo funcionaban los electrodomésticos que tenía cerca. Quería conocer sus mecanismos, de qué estaban compuestos y eso le permitió adentrarse en la inyección de plásticos, las cajas de engranajes de lavarropas y tantas cosas más. De todo quería saber el porqué. Esa curiosidad la llevó al mundo de los vehículos y a seguir capacitándose permanentemente de forma autodidacta porque el colegio lo aburría mucho y le resultaba lento.
“Como me gustaba la mecánica me puse un taller. Ahí aprendí cómo trabajar y potenciar los recursos humanos. Luego conocí la empresa Samper que se dedicaba al garage equipment, mi rubro, el equipamiento de taller. Cuando trabajé para Hunter tuve la posibilidad de ir a Estados Unidos a The Engineering Company y vi la ingeniería de una empresa que hoy es parecida a la mía. Aprendí de los mejores y viajé por todo el mundo siendo el vendedor de marcas muy prestigiosas. Primero lo hice para una firma norteamericana y luego para otra alemana, con lo cual me moví en el tope de línea de las firmas de equipamiento para talleres. Con eso hice un montón de ingeniería inversa para aprender y formarme. Tras este recorrido y después de una posibilidad comercial importante que se cayó con la compañía europea Maha me decidí a volcar mi conocimiento en una empresa nueva argentina. Fue muy duro el comienzo porque no era colegiado ni estudiaba formalmente. Entonces empecé a relacionarme con instituciones que pudieran acreditarme, como el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), el INPI (Instituto Nacional de la Propiedad Industrial) y el Ministerio de Desarrollo Productivo, entre otros. Siempre creí en las instituciones y en las posibilidades de mi país.
– ¿Cómo fue ir dando los primeros pasos en un país que no estaba acostumbrado a la verificación técnica vehicular?
– A la industria automotriz le empecé a vender máquinas desde antes que existiera la VTV. Había verificación técnica sólo para camiones y en una escala reducida, así que manejaba un volumen de venta escaso. A pesar de contar con recursos económicos y humanos limitados empezamos a confeccionar las primeras soluciones y los primeros productos en el país. El primero fue el banco de suspensiones. Y así como Diego Maradona escribió una de las páginas más doradas de su carrera en el Estadio Azteca, CVA hizo lo mismo a su forma. Llevamos nuestro novedoso banco de suspensiones a ese mítico templo futbolístico a una presentación y la gente de Tenneco visualizó un futuro juntos. Este fabricante estadounidense de productos de control de suspensión y emisiones del mercado de accesorios decidió llevar nuestro equipo a todo el mundo. Tenneco Argentina me dio la posibilidad de viajar por toda Latinoamérica y ahí pude conversar con los mecánicos para que ellos me explicaran cómo querían que fueran las máquinas. Nuestra respuesta fueron equipos de primer nivel capaces de otorgar elementos objetivos para la medición. Al generar sustitución de importaciones fuimos recibiendo cada vez más colaboración del gobierno. En resumidas partes, este es el recorrido que hizo este enamorado de los fierros para mitigar la falta de credibilidad del mecánico y prestigiar su tarea. Porque al mecánico siempre le hicieron fama de chanta, de que arregla según la plata del cliente. Además, a un auto usado nunca se le pone el dinero que uno quisiera en repuestos originales. Entonces, como cantaba Copani, “lo atamo’ con alambre”. Para contrarrestar esto empecé a crear tecnología para medir lo que estaba bien y lo que estaba mal del vehículo. No para la VTV, sí para la industria que quería vender un producto que no se veía: el amortiguador. Porque la gente seguía manejando su auto peligrosamente sin algo que detuviera las masas suspendidas. La creación les pareció fantástica y me pidieron otra que no tuviera obra civil. Con esa logramos tres patentes de invención globales. De esta forma mi sueño se empezó a materializar.
– ¿Y cuál es la situación actual?
– Hoy por hoy estoy trabajando para integrar la VTV al mecánico y a los concesionarios. Los quiero aggiornar, que se prestigien con algo que tenga estándares. Que se pueda medir y que no termine siendo un juicio meramente subjetivo. Dotar de objetividad la diagnosis vehicular ese es el quid. Para eso también es imprescindible controlar el funcionamiento de las máquinas que se están usando actualmente porque durante muchos años se descuidó su mantenimiento. Mediante la tecnología de medición, a través del Internet de las cosas (IoT), estamos llegando a un momento histórico donde los dueños de las plantas de VTV deberán actualizar su equipamiento para mantener sus prerrogativas. Hice 32.500 kilómetros en seis viajes a Europa para capacitarme y elevar la vara. Ese prestigio logrado – que me llenó de confianza frente a cierta subestimación de mi entorno – me permitió ir conquistando a Ford, a Toyota y a las plantas de verificación técnica que usaban equipos internacionales y que empezaron a hacer retrofitting sobre equipos nuestros. Todo eso hoy está maduro. En este camino nos aportó mucho la incorporación de Christian Delutis, nuestro responsable del área de Investigación y Desarrollo. También percibí que no estaba siendo lo suficientemente pedagógico y didáctico para explicar todo lo que venía haciendo tanto tiempo, por eso decidimos apostar a una mejor comunicación. Sumamos un periodista al equipo de trabajo: Leonel Lenga. Se incorporó para ayudarnos en la difusión de nuestra tarea. Porque pocos entienden que la seguridad vial es como en la aeronáutica en la que se necesitan permisos para volar. El auto se hace cada vez más barato, más complejo y más liviano, para gastar menos combustible, pero esto trae riesgos. Como todos los mini eléctricos que estamos viendo. Como los autos chinos que todavía no cumplen con homologaciones. Entonces la industria automotriz y la de la motocicleta nos pide que subamos un escalón.
– ¿Y eso qué sería?
– Nosotros traemos adelantos de Europa, por ejemplo, la nueva normativa que limita las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de los vehículos ligeros y obliga a los fabricantes a que la media de sus automóviles vendidos en la región a partir de este año no supere los 95 gramos de CO2 por kilómetro recorrido. En cambio, en esta región los niveles de emisión siguen subiendo. La industria automotriz viene siendo indiferente a nuestras recomendaciones para cuidar el medio ambiente, evitar la contaminación y contribuir a disminuir las enfermedades respiratorias. Frente a este escenario, la pregunta que nos hacemos es si preferirán que nuestras máquinas controlen a sus vehículos antes, durante o después. Nuestro objetivo es tener controladas a todas las plantas de VTV a través de la Internet de las Cosas (IoT) y la transmisión de datos.
– ¿Cómo fue que la empresa centrada principalmente en la industria automotriz decide incursionar en un respirador artificial a partir de la pandemia?
– Cuando empezó la pandemia mi naturaleza creativa afloró y me decidí a crear un respirador de alta complejidad que pudiera ayudar a los que más lo necesitaban. Subí a mis redes algunas fotos junto a un respirador de asistencia mecánica y tuvo muy buena repercusión. Uno de los que se enganchó con el tema fue Christian Delutis, uno de nuestros recursos humanos más valiosos. Una empresa norteamericana – que nos orienta electrónicamente y que nos conoce mucho porque durante diez años asistimos a los distintos encuentros electrónicos que protagonizó – decidió transferirles a cincos personas en el mundo toda la tecnología necesaria y los terapistas para enseñar a hacer un respirador de alta complejidad. La bomba del respirador es igual a los compresores que utiliza Elon Musk en SpaceX (su empresa de fabricación aeroespacial). Toda la práctica de mantener una planta de verificación con su ritmo y lograr una máquina eficiente, que fuera buena para medir y que tuviera capacidad de repetitividad y reproducibilidad, fue la antesala de este nuevo emprendimiento. En poco tiempo estamos próximos a lanzar 13 productos nuevos de electromedicina. Igualmente, no perdemos nuestro norte: que la gente no pierda la vida en un accidente de tránsito. El dolor, los sueños rotos y la tristeza es lo que nos motoriza a ser cada vez más exigentes a la hora de confeccionar equipos para dotar a las plantas de VTV. Trabajamos para ofrecer la mejor tecnología a la Agencia Nacional de Seguridad y a la CNRT, tanto local como a sus homónimos internacionales. La base del éxito de CVA es la inversión. Esta semana recibimos un autoelevador eléctrico Heli, un pantógrafo (máquina de corte) láser HSG – importado de China – y estamos próximos a instalar los paneles solares en la fábrica. Queremos seguir alimentando un círculo virtuoso en el que la tecnología de punta, la energía renovable y la capacitación sean claves para el desarrollo.